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Entrevista a Jorge Valenzuela en revista Rayuela

  • alelavinrojas
  • 12 ago 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 sept 2021

Entrevista de Mario Meléndez, aparecida en Rayuela nro. 8, octubre 2001




¿Cómo se produce su regreso a Talca?


Alrededor de los años cuarenta, vine de visita a Talca a ver a la tía que me había criado a mí y a mis cinco hermanos. Ella me solicita que me quede; posteriormente me consigue un trabajo en Correos, donde llegué a ser jefe en la sección de giros. Después de mi jubilación retomo fuertemente las actividades artísticas, dedicándome a la composición y a diversas actuaciones y tareas culturales en la región. Formé el coro Honorio Concha, con 120 voces; ensayábamos en el segundo piso del diario La Mañana. Más tarde creamos el trío Huapi, con los hermanos Ávila.


¿Cuál ha sido su vinculación con los escritores de la región?


Cierto día Manuel Francisco Meza Seco me propone un desafío. Que le pusiera música a uno de sus textos. Me costó un mundo encontrar la temática que reflejara de mejor manera aquel trabajo, hasta que finalmente di en el clavo. A él lo conocí en la Sociedad de Escritores, filial Talca, que funcionaba en la Casa del Arte. Algunos integrantes de aquella agrupación por esos años eran Matías Rafide, Mario Poblete, Alejandro Lavín, Enrique Villablanca, Leonardo Villaroel, entre otros.


¿Con qué criterio elige los textos para después musicalizarlos?


En un encuentro nacional de escritores, pedí a los invitados que me entregaran un libro con sus textos. A medida que los iba leyendo iba reparando en cuales tenían ritmo y esos los trabajaba. Tiene que ver mucho con la métrica, con la estructura de los versos. Algunas de esas composiciones incluso se daban por la radio de la época. Muchos escritores, más tarde, complacidos por este trabajo me seguían enviando sus libros para que yo los musicalizara. La RCA editó uno de esos trabajos en mil copias que se distribuyeron por todos lados. Fueron grabadas en Santiago el año 1973, en medio de las bombas lacrimógenas. Recuerdo que Matías Rafide me llevaba cubierto para que nada le sucediera a mi voz. Mis trabajos generalmente apuntan a poetas regionales. Uno de los poemas escogidos “Alma no me digas nada” de Juan Guzmán Cruchaga, y que no pertenece al Maule, tiene que ver con la profunda admiración que sentía por él. Además me interesaba que su hijo, el juez Juan Guzmán Tapia la escuchara en otra versión.


¿Cuándo editó este último trabajo con poemas musicalizados?


Ese CD fue editado el año 2000 con no más de cinco copias. Es urgente masificarlo. Pero eso tiene que ver con el mal endémico de las políticas culturales. Se habla mucho de identidad cultural, pero a la hora de la verdad no sucede nada. A veces participo en proyectos Fondart, que finalmente no son aprobados, tal vez por resultar caro el trabajo de grabación con orquestas y todo eso.


Con algunos escritores usted tuvo más afinidad y motivación. Háblenos finalmente de aquello


Esto ocurría en los recitales que daban esos poetas, donde me invitaban para que yo interpretara uno de sus poemas musicalizados o musicados mejor dicho. Me invitaban, además, a sus casas. Una de esas personas entrañables era María Ruiz, de Tapihue. Un día llega a mi casa Leonardo Villarroel para que yo musicalizara otro de sus textos, ya que iba a visitar a una hija en el sur y quería llevarle este trabajo de regalo. Me dejó un librito suyo escrito a máquina con doce poemas. Me inspiré tanto con ese trabajo que le puse música a todos los poemas. Él me llamó luego de Puerto Montt, muy contento de cómo había resultado todo. También en cierta ocasión Manuel Francisco Mesa me hizo llegar su Romance al río Maule. Yo necesitaba tranquilidad para trabajar en esa composición, entonces llamé a un amigo de Cauquenes que tenía una casa muy grande y hermosa en el campo con el fin de que me la facilitara para ello. Tomé mi guitarra y partí un fin de semana con dirección a esa casa de campo. Él mismo me llevó en auto y le dijo al cuidador que yo me quedaría el tiempo que fuera necesario y que me dieran todas las atenciones correspondientes. Aquí sucedió un hecho muy curioso. La familia de la esposa de mi amigo estaba muy ligada a la música. La suegra había sido concertista en piano. Yo componía por pequeños trozos que iba grabando. Al tercer día tenía grabado todo el material. Grabé entonces el tema completo, pero al escucharlo aparece un piano de origen desconocido que coincidía justo con el fin de la composición, entonces se me pararon los pelos con ese hecho tan extraño. Me fui a descansar y puse nuevamente la grabación, no sin antes recorrer la casa por si había más gente. Al llegar nuevamente al final de la cancón aparece el piano nuevamente. Toda la noche dormí asustado. Alguien me dijo después que la suegra muerta había intervenido en la grabación. Tiempo después mesa Seco hizo una comida en su casa para agradecer este trabajo. Tuve la suerte de compartir con grandes poetas, muchos de los cuales me brindaron un profundo afecto y amistad.



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